El ITESO reconoce el desempeño destacado de sus docentes
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El ITESO reconoce el desempeño destacado de sus docentes
Tres académicos del Departamento de Matemáticas y Física, y una del Departamento de Psicología, Educación y Salud, serán reconocidos el próximo 15 de mayo con la distinción de numerarios.
Óliver Zazueta
Los profesores tienen una vida para enamorarse de la ciencia, la docencia y el saber, y es justo reconocer esa entrega y compromiso.
El 2 de abril pasado, en su sesión número 84, el Consejo Universitario acordó otorgar la distinción como profesores numerarios a Liliana Guadalupe García Ruvalcaba, académica del Departamentos de Psicología Educación y Salud (DPES), así como a David González Chávez, Ramón Enrique Barajas Barraza y Juan Carlos Martínez Alvarado, académicos del Departamento de Matemáticas y Física (Dmaf).
El ITESO cuenta con cinco categorías académicas para los profesores: adjuntos, asociados, titulares, numerarios y eméritos. Las tres primeras se refieren a una trayectoria de promoción académica, mientras que las dos últimas son distinciones que otorgan el Consejo Universitario y la Junta de Gobierno, respectivamente.
Para ser profesor numerario es necesario tener al menos 12 años como profesores titulares en el ITESO y contar con maestría o doctorado, según estipula el Reglamento del Personal Académico que establece que esta distinción se da “en consideración de su desempeño sobresaliente en sus labores académicas y porque han sido reconocidos por la comunidad universitaria en virtud de su compromiso con el ITESO y sus Orientaciones Fundamentales”.
Desde 1973 el ITESO reconoce cada año la trayectoria de sus docentes, la de aquellos que, acorde con la misión de la universidad jesuita y con el carisma ignaciano, animan a otros a ser mejores en el servicio a la sociedad. Este año la ceremonia especial de reconocimiento será el 15 de mayo en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ, en el marco del Día del Maestro.
Tecnología, educación y colectividad
Liliana Guadalupe García Ruvalcaba es coordinadora de la Maestría en Educación y Convivencia y académica del DPES, pero tiene una trayectoria de más de 28 años en el ITESO, a donde llegó en 1997 al Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática (DESI) para colaborar en un área que hacía la conexión entre la educación y la tecnología.
Del DESI pasó al Centro de Aprendizaje en Red (CAR), dirigido en ese momento por Miguel Bazdresch, y luego al Departamento de Educación y Valores que, al poco tiempo se fusionó con el Departamento de Salud, Psicología y Comunidad para formar lo que hoy es el DPES. “Ahí también empezó una aventura muy padre, que fue el pensar cómo podíamos hacer una oferta formativa y un programa que pudiera enriquecer la formación en educación, con el plus de quienes ahora conformábamos este departamento”. Así surgió la maestría que hoy coordina. “Ha sido una aportación valiosa para mí crecimiento, que es entrar fuertemente a ver cómo podemos relacionarnos de una manera más solidaria, participativa y respetuosa”, menciona.
La egresada de la Licenciatura en Ciencias de la Educación de esta casa de estudios expresó que ha sido retador e interesante colaborar con la universidad en la construcción de su propio proyecto educativo. “Cuando llegué lo hice a través específicamente de ayudar a pensar cómo podíamos aprovechar la tecnología para fortalecer e impulsar procesos activos educativos. Eso hoy suena de lo más cotidiano y evidente, pero en su momento era un tema que todavía no estaba tan sensible. (…) Fuimos caminando y pensando en colectivo, hasta que se propuso una manera de aprovechar la tecnología desde lo virtual”, cuenta la académica de 53 años.
Otro proceso que recuerda con orgullo fue el momento en el que se hizo toda la transformación curricular del ITESO. “Empezó todo este tema de las competencias, de saberes, de los atributos del aprendizaje, que tenían que impactar a todos los estudiantes que cursaran su formación aquí, tenía que ser situado y reflexivo, todas estas discusiones muy bonitas e inspiradoras”, explica la maestra en Educación y Recuperación de la Práctica Educativa por la Secretaría de Educación Pública y doctora en Educación por el ITESO.
La huella de los alumnos ha sido fundamental para García Ruvalcaba. “Los estudiantes son como una fuente que te refresca, su energía y su empuje son muy interesantes”, confiesa. Ella considera que han sido un motor para cuestionarse y reconstruirse a sí misma y a la vez acompañarlos. “Ha sido una oportunidad de gozar el encuentro con ellos, dialogar y trabajar juntos en proyectos. Es padre ver cómo se hacen preguntas, les empiezan a caer veintes y resignifican su propia vida profesional. Todo eso es muy motivador”.
Para ella, el nombramiento como numeraria es un pretexto para agradecer su vida en el ITESO y su quehacer cotidiano con colegas y estudiantes, “también es una oportunidad para renovar mi pasión por la educación y mi compromiso con esta universidad”, dice al tiempo que deja un mensaje para los nuevos alumnos: “que no pierdan la esperanza de que a través de la educación se pueden hacer cambios importantes para mejorar este mundo”.
Matemáticas y desarrollo humano
David González Chávez es académico de tiempo fijo y coordinador de la Unidad Académica Básica de Matemáticas para Ingeniería, en el Dmaf, pero también es docente de la materia de “Desarrollo humano” en el DPES. Estas dos disciplinas, las matemáticas y el desarrollo humano, parecería que están en las antípodas, sin embargo, este profesor ha logrado encontrar una conexión importante entre ambas.
Su primer curso en el ITESO lo dio en el verano de 1992 como profesor de tiempo variable, luego de haber hecho aquí la carrera de Ingeniería Química de 1987 a 1991. Fue justo en 1989, gracias a un jesuita, que conoció unos cursos de desarrollo humano y encontró una segunda vocación: “cuando salí de Ingeniería Química en el 91 tenía que hacer tesis, entonces dije, mientras hago la tesis, estudió la Maestría en Desarrollo Humano, y la estudié en otro instituto, en el Centro Humanístico del Ser”, relata el docente de 58 años. Fue en 2009 cuando ya se quedó como profesor de tiempo fijo en el Dmaf, pues anteriormente compartía medio tiempo fijo en su actual encargo y el otro en el DPES.
“El ITESO ha sido un espacio de desarrollo profesional de la docencia, aquí aprendí a dar buenas clases de matemáticas de mucha gente, desde mis profesores en la licenciatura como Juan Jorge Hermosillo, Arturo Langarica, pero luego de los colegas como Miguel Ángel Alonso, Abel Castro y Eduardo Miranda. De mucha gente aprendí el arte y la ciencia de la docencia en matemáticas, que me gusta y me apasiona desde la prepa”, asegura.
Para González Chávez esta universidad ha sido también un lugar de desarrollo personal, incluso reconoce que su vida y la Compañía de Jesús han estado muy unidas y le han dado un sentido de vida, así como la opción de “estar en un ambiente humano, cristiano e ignaciano, para darle a mi vida una proyección en el lema de San Ignacio, que me gusta mucho: ‘en todo, amar y servir’. Ahí está el amor a la ciencia, hay toda una trayectoria, desde sus inicios con los jesuitas, de amar y enseñar la ciencia. Eso también me gusta mucho”, reconoce.
De los estudiantes admira su deseo de vivir una buena vida y de aprender. Ese interés por el aprendizaje estimuló en su persona el amor a la enseñanza y a la pedagogía, lo que define como una sinergia virtuosa. Ser nombrado numerario es un regalo a 33 años de vida profesional y un testimonio de una buena existencia, humana y cristiana, con esta veta de amor por el desarrollo humano y a la ciencia: “es muy edificante ver cómo las personas van creciendo y emergiendo al generar o facilitar espacios de aprendizaje”.
Enamorar para la ciencia
Juan Carlos Martínez Alvarado es hoy director del Dmaf y profesor de tiempo fijo desde 2010, sin embargo, comenzó a dar clases en el ITESO desde enero de 1989, cuando aún era estudiante de los semestres avanzados de Ingeniería Química. Con el paso del tiempo, por alguna razón, se convirtió en profesor de las materias de los primeros semestres.
“En los primeros semestres recibes a la gente y tienes la gran oportunidad de enamorarlos de sus carreras, si es que eso es su pasión. Empiezas a enseñarles las propiedades de lo que van a estudiar, los beneficios y las herramientas que tienen para lograrlo”, asegura el académico de 57 años. “Cuando das clases en los primeros semestres, ya sea de cálculo diferencial o probabilidad estadística, o de química general o balances de materia de energía, la sustancia está en que enamoras a las personas de su profesión, de lo que pueden lograr con los conocimientos que están observando”, destacó el profesor, quien cuenta con Maestría en Informática Aplicada y Maestría en Administración con especialidad en Finanzas por el ITESO.
Martínez Alvarado combinó sus labores de docencia con colaboraciones en distintas organizaciones –trabajó para las empresas CYDSA, HYC y Bangente–, no obstante, acepta que estos 36 años de estar dando clases lo han hecho crecer muchísimo tanto con las experiencias como con los problemas, y le permitieron conocer cómo las personas van manifestando ciertas propiedades de comportamiento y cómo van transitando a lo largo del tiempo.
“En los primeros años, mi mayor reto fue sincronizar mi ímpetu de la docencia con lo que buscaba el alumno. Muchas veces creemos que el alumno viene por una calificación y no es así. En mi experiencia de veras tienen un genuino interés. En los primeros 10 años del magisterio uno es sumamente inmaduro y vas descubriendo de manera natural y a golpes cómo lograr el aprendizaje en la otra persona”, explica.
Algo que le ayudó en demasía fue que a los ocho o nueve años de estar dando clases, apareció en el ITESO un diplomado de Desarrollo de Habilidades Académicas que le hizo ver muchas otras cosas más allá del aula. También aprendió lecciones de los propios estudiantes: la más valiosa, dice, fue el obligarlo a mantener los pies en la tierra. “Conforme vas avanzando en tus estudios cada vez te alejas más de la idea de cómo es el alumno (…). El mayor aprendizaje que he tenido es que constantemente me jalan y me dicen, por favor, si me vas a dar una clase no se te olvide que soy una persona de 17 o 18 años, que tengo los mismos problemas y las mismas situaciones que tenías tú”, expresa.
Así, Martínez Alvarado recurre al juego y a los espacios de diversión como modelos de aprendizaje y, por ejemplo, usa donas para realizar un cálculo multivariable de dobles o triples integrales: “yo les digo, ‘¿qué parte de la dona te gustó más? Ah, pues vamos a girarla y vamos a ponerla en este cuadrante. Cuando tú empiezas a jugar con ellos para que se interesen y se diviertan, eso es lo que más disfruto. Para mí, dar una clase es un momento donde se me va el tiempo, yo les digo a los muchachos: ‘esto es una charla fugaz’”.
Para el docente hay varias tareas que afrontar por parte de las nuevas generaciones. De entrada, desmitificar que la ciencias básicas o duras son difíciles: “la dificultad simplemente reside en lo que te gusta. Puede ser que esto te gusta, pero pudiste haber tenido experiencias de aprendizaje negativas que te alejan, pero debes persistir”. También se debe abrir más espacios para las mujeres en estas áreas. “Hay un sinnúmero de mujeres que seguro están invitadas a estas áreas y han adquirido un temor o les han infundido, el entorno social, un temor de no entrar aquí. Yo creo que nos llevan ventaja. Son más detallistas y mucho más cuidadosas en los cálculos, yo las veo hasta más aptas. Por eso no entiendo por qué hay tan pocas mujeres proporcionalmente respecto a nosotros”.
Física en el universo no nanoscópico
Ramón Enrique Barajas Barraza es académico de tiempo fijo en el ITESO, en el Dmaf, desde 2004, cuando llegó de San Luis Potosí luego de haber terminado de estudiar primero la Maestría en Física y después el Doctorado en Ciencias en la universidad autónoma de esa entidad.
Uno de sus profesores del doctorado lo alertó de una plaza que se estaba ofreciendo. “Por mi formación de físico tuve la oportunidad de trabajar para centros de investigación, pero la parte docente era algo que me apasionaba mucho. Me gustaba mucho. Desde muy pequeño di clases particulares”, cuenta también quien ya fue coordinador de la Ingeniería en Nanotecnología. En aquella ocasión compitió contra 37 postulantes y dos personas fueron las seleccionadas. Su clase modelo y la presentación de una investigación sobre nanotubos de carbono le valieron la plaza.
Tras 21 años de trabajo en el ITESO, reconoce que su estancia en este campus no únicamente lo ha impactado en la cuestión académica y disciplinar, sino que también se ha empapado del carácter humanista de la institución. “Yo creo que eso es el rasgo más importante que destaco de mi estancia aquí, cómo me hizo crecer como persona, en lo espiritual, en lo académico y en lo humano. Cuando entré acá, no conocía mucho del ITESO. En lo personal, era una persona atea, o más bien agnóstica. Ya trabajando aquí, la filosofía y la inspiración ignaciana permearon en todas mis esferas, no únicamente en la cuestión laboral, sino también en una cuestión personal. Tuve una interiorización y una introspección que me hicieron conocer en esta filosofía de ayudar a los demás”, dice el coordinador docente de la asignatura de “Física universitaria”.
¿Qué significa para este licenciado en Física por la Universidad Autónoma de Sinaloa recibir la distinción de numerario? Barajas Barraza considera que es producto del trabajo de muchas personas, no sólo de él, sobre todo de modelos a seguir que lo precedieron en este reconocimiento.
“Es una distinción a una labor que me apasiona mucho, que es, entre otras cosas, dar clases”, dice este académico que desde chico soñaba con ser astronauta o astrofísico, pero que encontró en la docencia un mundo por descubrir.
“Conforme fui aprendiendo más matemáticas también fui comprendiendo más física. De repente hay una física que tú puedes realizar como experimento en laboratorio y ver qué ocurre con el fenómeno físico y dices, ‘qué padre, esto no lo había observado’. Pero hay otra física que está en el mundo microscópico o nanoscópico, que la empecé a comprender con la herramienta matemática, que yo sabía que era tan poderosa como para predecir y anticiparte al experimento”, relata.