Dar mi vida para que otros tengan vida
Detalle BN6
- Inicio
- "Dar mi vida para que otros tengan vida"
"Dar mi vida para que otros tengan vida"
Alejandro Torres, SJ, ha dedicado buena parte de su vida al acompañamiento, especialmente a jóvenes. Como jesuita, continuará con esta labor en Torreón, Coahuila.
Gustavo Abarca
Desde muy joven, Alejandro Torres, SJ sintió un interés muy grande por la espiritualidad, la vida de servicio y sacerdotal, y por las diferentes realidades que se viven en México y en el mundo.
A lo largo de su camino religioso, Alejandro Torres, SJ (Tecalitlán, Jalisco, 22 de febrero de 1987) ha descubierto que para vivir como ha querido, es necesario el compromiso y la entrega total sin escatimar.
El jesuita ingresó a la Compañía de Jesús a los 17 años, no sin antes haberse asomado a otras órdenes.
"Conocí varias congregaciones, pero ninguna me llamaba la atención. Entonces, me dijeron que buscara a los jesuitas, debido a que tal vez podría encontrar respuesta a mi inquietud. Les escribí por correo y cuando supe que estaban trabajando en todo, que se dedicaban a todo, no sólo en lo religioso, sino a una espiritualidad en el mundo, eso fue lo que me atrapó", relató el jesuita sobre su primer acercamiento con la compañía, el cual denomina como una "cibervocación".
El 2 de junio pasado se ordenó con otros jesuitas. Para Torres, más que una celebración, este hecho "es un don de Dios, para la compañía, para la iglesia y para la humanidad. Es in don de servicio, en especial, a los más necesitados, a los más excluidos, a los pobres. El hecho de que como jesuita el sacerdocio es un signo de respuesta de Dios a la gente que vive la fe".
Uno para los otros
Un aspecto importante en la formación de Torres ha sido la cercanía con grupos vulnerables y el acompañamiento, en particular con los más jóvenes en diferentes puntos geográficos.
Torres estudió la Licenciatura en Teología en la Pontificia Universidad Católica en Santiago, Chile, país que considera como lejano, diferente con mucha belleza y una cultura distinta. Hace un mes regresó en México.
Entre las experiencias de acompañamiento en las que Alejandro ha participado están cuando se desempeñó en la pastoral juvenil de la Parroquia de San Ignacio, en Valle de Chalco, Estado de México; en bancos de alimentos, y cuando estuvo en San Isidro, lugar en el que "me hice un trabajador en los invernaderos y me iba a trabajar con los jóvenes durante las semanas".
Además, colaboró un año en la organización Vihas de Vida, organización apoyada por la Compañía de Jesús, y tres años en la parroquia de Cajetes, trabajando con adolescentes y jóvenes. Cuando cursaba el Magisterio estuvo en el colegio Carlos Pereira, en Torreón, Coahuila, impulsando el proyecto de los ejercicios espirituales a jóvenes y dando clases de filosofía.
Durante su estancia en Chile, estuvo acompañando a los jóvenes en el Colegio San Ignacio del Bosque, encargado de un proyecto de ejercicios espirituales para jóvenes, además de acompañar a los jóvenes y tener experiencias rurales.
Otras culturas, otras vivencias
Como parte de su preparación, cuando cursaba la Licenciatura en Teología en Chile, después de haber egresado de la Licenciatura en Filosofía y Ciencias Sociales en el ITESO, se adentró con la comunidad mapuche en el diálogo interreligioso y conoció las ceremonias que llevan a cabo.
Además, conoció "cómo es la devolución de las tierras y las demandas políticas que la comunidad mapuche tiene con el gobierno".
Otros servicios puntuales que ha llevado a cabo son el haber pasado un mes en las Islas Marías y en Acteal, Chiapas.
En las Islas Marías, Alejandro tuvo la experiencia de "ser un interno más en la cárcel", la cual considera como una de las "más grandes y bellas que he tenido".
En esa ocasión, después de haber cumplido con los protocolos de llegada a las islas, el capellán, Paco Ornelas, SJ, le propuso "vivir con los internos a una de las seis comunidades cárcel que tiene la isla".
Sólo fueron dos, de los 60 internos que sabían que Alejandro era jesuita, en caso de que algo sucediera, por lo que "las primeras tres semanas era pasar desapercibido y ver la realidad desde otro lado. Una vez que les dije a los internos que soy jesuita, se sorprendieron mucho, surgió más cariño y hubo una implicación afectiva muy bonita".
Esta vivencia trajo diversas recompensas, ya que le permitió "cambiar la perspectiva de los internos. Sí hay gente culpable, pero también hay muchos inocentes. Luchan mucho por su vida y van saliendo adelante en medio de lo que es estar en una cárcel por muchos años".
De la investigación a la espiritualidad
El segundo servicio que más lo ha marcado fue el mes que pasó en Acteal, Chiapas, población en la que ocurrió el asesinato de 45 indígenas en diciembre de 1997.
Su llegada se dio cuando fue enviado a San Cristóbal de las Casas a hacer "una investigación antropológica de inserción en Acteal", en la que su labor consistió en "acompañar a varios familiares de víctimas, recolectar historias, relatos, y ver cómo cambia la narrativa de las víctimas en su lucha y esperanzas. Fue aprender de su testimonio de cómo en medio de tanta muerte, desolación e injusticia se va abriendo esperanza".
En relación con la espiritualidad, Torres la describe como "la tarea de toda la vida en un proceso de conversión, es una labor de deconstrucción, de resensibilización del corazón de la persona, de irme conectando con el mundo, con la naturaleza con las personas, de cambiar la mirada y saber que somos hermanas y hermanos. Es un don de vida".
La liberación
Para Torres, el compromiso con los otros es un "despertar a la vida como un misterio de amor, visto como entrega de uno mismo. Es descubrir la vida como interrelación, como donación, como entrega. El secreto de la vida y de la plenitud es la entrega. Es dar la vida al servicio y es ahí donde se realiza cualquier ser humano".
Su labor de acompañamiento con los más jóvenes y en comunidades continuará en los próximos años en la Parroquia de San Judas Torreón, Coahuila, en la cual está mentalizado en "darlo todo, desde lo que sé que soy, mis cualidades, la propia experiencia que tengo de Dios, de un Dios liberador, un Dios que es una buena noticia, que es amor incondicional y que ese el motor de la vida", por lo que querer anunciarlo y servir a los demás es "dar mi vida para que otros tengan vida".
Noticia