El crecimiento económico debe traducirse en calidad de vida
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El crecimiento económico debe traducirse en calidad de vida
Ignacio Román y Raúl Rodríguez, profesores del ITESO, coinciden en que el país no logrará un crecimiento de cuatro por ciento como afirmó el presidente López Obrador. Lo importante es priorizar en qué áreas se crece y para qué.
Édgar Velasco
De 1935 a 1985, México tuvo un crecimiento económico sostenido. Cada año el país creció 6.5 por ciento respecto al año anterior. El golpe llegó en 1982. Desde entonces el crecimiento ha sido, en promedio, de 2.1 por ciento.
Ignacio Román, profesor del Departamento de Economía, Administración y Mercadología (DEAM), explica que "es más fácil crecer a partir de un producto chico". La comparativa viene a colación por la reciente disputa de cifras sobre el crecimiento económico que puede registrar el país a partir del cambio de administración.
Mientras la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) habla de un crecimiento anual de 1.6 por ciento y Citibanamex estima que sea 1.4 por ciento, el presidente Andrés Manuel López Obrador se mantiene en su dicho y pone la vara en el orden de cuatro por ciento. Una meta que, según lo visto en el primer trimestre de 2019, se ve muy difícil de alcanzar pero que, a decir de Román, tampoco es tan relevante.
"Con las condiciones actuales, no es posible. Si el gobierno sigue actuando como hasta ahorita va a ser muy difícil". Así, sin rodeos, es la estimación de Raúl Rodríguez, también profesor del DEAM, quien explica que el crecimiento económico es un fenómeno en el que interviene directamente la inversión, que se divide en dos: pública y privada.
"La inversión pública está deprimida, casi parada, algo que es normal en un contexto de cambio de gobierno. Pero la inversión privada también: no está detenida, pero sí frenada", detalla el académico, y añade que decisiones como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) o casos como la licitación de los libros de texto ganada por un compadre del Presidente y luego cancelada, mandan malas señales a los inversionistas.
Y es que, agrega, si la percepción es que todo se hace según la voluntad o el contentillo del Presidente, "¿quién va a querer meter lana? Es necesario cambiar el panorama".
De acuerdo con sus estimaciones personales, el crecimiento del país se dará en el orden de uno o 1.5 por ciento —"ya dos por ciento sería extraordinario"—, siempre y cuando se logre invertir bien y fuerte desde el sector público y se logren consolidar grandes proyectos privados.
Para Ignacio Román, lo importante no debe ser la medición del crecimiento según los parámetros que se han venido utilizando, sino revisar en dónde y para qué se quiere crecer.
Recurrir a las mediciones tradicionales, dice, "es meterse en la misma lógica de los gobiernos anteriores". En ese sentido, reconoce que sí es importante el crecimiento económico, pero le resta importancia al tema del porcentaje.
"Cómo crece el país es más importante. Debe haber un impacto más notorio en el conjunto de la población, y para esto es necesario fijar nuevos indicadores de la distribución de la riqueza, por ejemplo, de las mejoras de la calidad de vida", añade.
Para poner en dimensión el tema del crecimiento, Román Morales pregunta: "¿De qué sirve un crecimiento depredador, que acaba con el medio ambiente? No podemos crecer infinitamente en un planeta que es finito. Es preferible un crecimiento menor pero que va acompañado de un mejor cuidado del medio ambiente".
Aunque la noticia de la tasa de crecimiento estimada por el presidente López Obrador y su contraste con la de las mediciones internacionales ocupó los titulares de diarios y noticieros, lo cierto es que ese tipo de datos poco dicen al ciudadano de a pie, ya que estas cifras se enmarcan en el contexto de la macroeconomía.
Rodríguez explica que es difícil que el ciudadano perciba estas afectaciones en el corto plazo. Guardando toda proporción, plantea que "los venezolanos tardaron seis, siete años para darse cuenta de que la cosa estaba muy mal".
En ese sentido, añade que la actual política de subsidios es acertada, siempre y cuando se logre reactivar el comercio pronto, ya que actualmente hay un entorno de desaceleración. Esta reactivación, añade, puede darse haciendo un reajuste en las tasas de interés y enfocando la inversión pública en proyectos que sean productivos para el grueso de la población.
Ignacio Román señala que es fundamental apostar por un crecimiento que esté bien orientado, porque "si crecemos en sectores que no generan riqueza, bonita cosa. Es preferible un crecimiento cimentado en las pequeñas y medianas empresas, aunque sea bajo, porque generar riqueza es básico".
Finalmente, Román Morales señala que declaraciones como la de Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia, en el sentido de que el primer trimestre económico "nos dio una cachetadita", poco o nada abonan a la discusión porque, a estas alturas, "si fue una cachetadita o va a ser una madriza, no lo sabemos".
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