Mensaje por el Día del Maestro
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Mensaje por el Día del Maestro
Mensaje por el Día del Maestro
Dr. Alexander Zatyrka, S.J.
15 de mayo, 2024
19:00 horas, Auditorio Pedro Arrupe, S.J.
Estimado doctor Guillermo Gatt Corona, presidente de ITESO, AC.
Estimada doctora Catalina Morfín López, directora General Académica.
Estimada Mariana Yáñez Ojeda, representante de estudiantes ante el Consejo Universitario.
Estimado doctor Hugo de Alba Martínez, representante del personal docente ante el Consejo Universitario.
Estimadas y estimados miembros de la comunidad universitaria.
Un saludo muy especial a la doctora María Martha Collignon Goribar.
Al doctor José de Jesús Bailón Cabrera.
Y al doctor José Ernesto Rayas Sánchez, quienes hoy reciben su distinción como profesores eméritos.
También para el maestro Genaro de Jesús Portales Rodríguez, del Departamento de Economía, Administración y Mercadología, quien recibe la distinción como profesor numerario.
Asimismo, felicito a las 73 profesoras y profesores que reciben su titularidad, al igual que a todo el plantel docente del ITESO.
En este especial día, en que reconocemos y celebramos a quienes asumieron la vocación magisterial como una opción de vida, quiero expresarles mi más profundo agradecimiento por la admirable labor que realizan todos los días.
No solo acompañan a quienes estudian en el ITESO en sus procesos de adquisición y generación de conocimientos e interpretación de la realidad. También los guían en su crecimiento espiritual y desarrollo psicosocial.
Esta delicada y crucial intervención, que ustedes realizan con responsabilidad, esmero y entusiasmo, permite a nuestro alumnado egresar como personas conscientes, competentes, compasivas, solidarias y comprometidas.
Su dedicación, empatía y creatividad, en conjunto con su capacidad de diálogo y liderazgo, favorecen el avance de nuestra misión y el cumplimiento de nuestras Orientaciones Fundamentales, que nos dan identidad e inspiran desde hace 50 años.
La educación, nos dice el papa Francisco “es, ante todo, un acto de esperanza en quien tenemos delante, en el horizonte de su vida, de sus posibilidades de cambio y de contribución a la renovación de la sociedad”.
Gracias, a cada una, a cada uno de ustedes, por sumarse a este acto de esperanza en las nuevas generaciones, así como por el continuo esfuerzo que realizan para prepararse mejor y así ampliar los horizontes a su disposición.
Es común la idea de que detrás de un buen estudiante, siempre hay un buen docente. Menos común es que pensemos en que dentro de cada docente vive un estudiante eterno, siempre dispuesto a aprender más sobre lo que ya conoce.
Quienes nos dedicamos a esta noble tarea no podemos dar nada por sentado y debemos estar atentos a los cambios de nuestro entorno. Además, tenemos la misión de defender e impulsar un mundo en el que la prioridad sea la persona, el bien común y el cuidado del medio ambiente.
Trabajamos por una sociedad en la que no se valore en mayor grado a quien sabe más, sino a quien pone su saber al servicio de su comunidad, de manera ética y desinteresada.
La educación es una oportunidad para, a través de las personas que formamos, superar las tendencias a la fragmentación, la exclusión, el disenso e individualismo que predominan en nuestra sociedad.
También, para sanar las heridas que la desgarran, de manera que hagamos realidad la humanidad fraterna, solidaria y justa a la que nos llaman la Compañía de Jesús y nuestras Orientaciones Fundamentales.
Este llamado es más que vigente en un momento de nuestra historia en el que parece predominar el egoísmo, el enfrentamiento, la descalificación y la cerrazón frente a quien actúa o piensa de forma distinta.
En este contexto, es nuestra tarea responder desde la vocación de servicio y el apostolado social que caracteriza a todas las obras de la Compañía de Jesús en el mundo, especialmente a las universidades.
Esto implica que debemos esmerarnos en comprender profundamente los problemas que nos rodean e invitar a nuestro estudiantado a que los encare desde el diálogo sereno, abierto, reflexivo e inteligente, que permita el desarrollo de consensos en torno a soluciones solidarias.
Si permitimos que nuestra sociedad se convierta en un conglomerado de cotos del pensamiento, perderá sentido el vínculo social, la noción de bien común y, sobre todo, la democracia como medio para resolver las diferencias.
La aspiración de cualquier nación es que la ciudadanía viva la democracia más allá de las instituciones, los procesos y los cargos políticos.
La democracia es una manera de hacer realidad la idea de país que tenemos, tomando en cuenta a todas las personas que lo habitan. Es, además, un modo de relacionarnos desde el respeto, la apertura y la voluntad de llegar a consensos. Por ello, también es una forma de construir e integrar la comunidad a la que pertenecemos.
La democracia es también una garantía de estabilidad social, porque nos permite encauzar los cambios con la certeza de que no habrá atropellos de los más poderosos, y de que no se marginará a nadie.
Sin embargo, esta idea de una democracia que se vive cotidianamente y nos beneficia por igual a todas las personas, puede verse vulnerada por decisiones arbitrarias, emanadas de liderazgos populistas o cerrados al diálogo.
Las universidades y sus docentes son agentes importantísimos en la defensa de esta democracia y en el fomento de su valor, en especial en tiempos en los que crecen las amenazas en su contra.
Por ello, encuentro sumamente valioso el “Llamado al liderazgo de la universidad jesuita” que el padre Arturo Sosa, SJ, Superior General de la Compañía de Jesús, hizo en abril en la ciudad de Chicago.
En su alocución, el padre Sosa indicó que la construcción de la paz, el cuidado de la casa común y el uso de nuevas tecnologías en favor del bienestar colectivo, se dificultan a causa de lo que él llama “colapso del diálogo”. Respecto a lo cual, dijo:
“Hablamos, pero no escuchamos. Estamos perdiendo las habilidades necesarias para cualquier diálogo razonable y respetuoso entre diferencias, así como la disposición de negociar para alcanzar el objetivo de toda verdadera acción política: el bien común”. Hasta aquí la cita.
A la luz de estas ideas, debemos entender que hacer docencia en una universidad no es razón para dar por sentado —como mencionaba antes— que el diálogo, la dignidad de las personas y el anhelo de bienestar compartido prevalecen en nuestra comunidad.
Mucho menos para pensar que con quienes convivimos —colegas y estudiantes— cuentan con las herramientas para actuar en esta lógica.
Les invito a asumir nuestra labor docente en concordancia con el llamado del padre Sosa. Mantengamos siempre vivo nuestro apetito de conocimiento y defendamos el diálogo solidario y la esperanza.
Sin olvidar que “la educación es una labor coral”, como bien ha dicho el Papa, quien nos insta a no quedarnos nunca solos en esta gran tarea de formar personas para los demás, sino a siempre colaborar y trabajar en conjunto.
Apostemos, entonces, por la “amistad social y a la cultura del encuentro”, a las que hace referencia Francisco.
Hagamos de nuestra labor docente una ocasión permanente de encuentro y transformemos a las y los estudiantes, así como a las personas con las que colaboramos, en aliadas en esta tarea en favor del desarrollo del conocimiento, el cuidado de la persona, de la democracia y del bien común.
La herencia de un mundo mejor a las futuras generaciones está en juego.
Muchas felicidades y muchas gracias.