Alfabetizar en las emociones, un reto en la educación escolarizada
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Alfabetizar en las emociones, un reto en la educación escolarizada
El aprendizaje socioemocional ayuda a los niños a desarrollar habilidades de comunicación e integración social, dijo Neva Milicic Müller.
Adriana López-Acosta
"Los niños están deseosos de que uno se conecte con ellos; es importante que los niños también aprendan a hacer eso con los demás". Neva Milicic Müller, doctora en Psicología por la Universidad de Gales, dijo estas palabras en su conferencia "El desafío del aprendizaje socioemocional en el contexto escolar".
La académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, invitada al XXI Simposium de Educación que se lleva a cabo en el ITESO hasta el 28 de febrero, reflexionó sobre la alfabetización emocional que los profesionales de la educación deben otorgar a sus alumnos.
En la mayoría de los programas educativos el desarrollo emocional se plantea como un factor preventivo de conductas antisociales como el alcoholismo, el suicidio, la drogadicción o el bullying. Pero el enfoque socioemocional, comentó, puede ser menos prevención y más promoción.
La emoción es lo que mueve a hacer, dijo. Su objetivo es elevar el papel de las emociones en la educación. Bromeó sugiriendo que la educación emocional es el pariente pobre de la educación cognoscitiva y se divide en la práctica.
La formación de las mejores personas posibles
"La infancia es la casa que habitas el resto de tu vida", citó la académica a Rosa Montero para enfatizar que es en la educación básica y antes de los ocho años cuando existe mayor neuroplasticidad en el cerebro. Por lo tanto, es decisivo todo aquello que los maestros enseñan en la educación primaria.
El niño necesita una visión de futuro posible, y comienza por aquello que se dice sobre sí mismo; la escuela es un entorno en el que puede auto descubrirse, siempre y cuando se le proporcione el espacio de confianza, que le permita visibilizarse. Los profesores son quienes pueden proporcionar los motores de acción que le den una visión positiva.
"Cada niño tiene un cerebro que es único; uno tiene que darle a cada cerebro el nicho ecológico que necesita", aclaró. Esto implica no castigarlo privándolo de aquello en lo que es bueno para que mejore otra área, es decir, si el pequeño es bueno en futbol, no hay que privarlo de jugar hasta que logre dominar otra área como la aritmética. "Tenemos que crear un entorno de aprendizaje para el niño para que sea capaz de visualizar sus fortalezas".
No sólo se trata de la autoconciencia de sus habilidades y valores, también es importante que lo reconozca en otros. La doctora opinó que un niño incapaz de leer la situación emocional de otros puede hacer mucho daño; cuestiones de bullying y comportamientos antisociales pueden ser algunas de las consecuencias. Se trata de formar personas capaces de movilizar emocionalmente, capaces de hacer algo con los sentimientos del otro, y no solamente de ponerse en sus zapatos.
"Tener un buen nivel de desarrollo emocional crea vínculos positivos consigo mismo, con otros y con el mundo", comentó, "ese es el ingrediente esencial del buen trato".
Las aulas son un contexto social
El que los maestros propicien entornos en los que los niños puedan expresarse y se sientan visibles, crea un apego organizado y permite que se creen vínculos que trasciendan la educación.
La académica sugirió dinámicas de juegos, actividades físicas e interacción en grupo, ya que medir las interacciones con otros agudiza su sensibilidad hacia los otros, tanto física como emocional.
"Los niños aprenden jugando, el juego es el vehículo normal de comunicación, […] cuando se mueven y juegan, quedan más conectados consigo mismos", dijo.
Destacó también la lectura y las películas como valores educativos, así como el aprendizaje de sus pares; nadie le enseña más a un niño que otro niño, recalcó.
La escuela puede convertirse para el niño en una experiencia positiva y un lugar de protección. Favorece la apertura emocional incluso para detectar problemas emocionales o malos tratos en casa. Es importante, destacó, que los niños se sientan lo suficientemente seguros para mostrar su vulnerabilidad.
Con el desarrollo de inteligencia emocional en la educación, los niños pueden desarrollar habilidades de comunicación e integración social, las cuales los hacen tener conciencia de sí mismos y de los demás, y sobre todo, según destacó Milicic, podrán enfrentar situaciones personales -tanto positivas como negativas-, como oportunidades. Y como profesores, la responsabilidad está en guiarlos a ello.
"No se trata de quitarle todas las piedras del camino a los niños, se trata de enseñarlos a saltarlas", finalizó.
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