"Nuestra vocación es estar enamorados del mundo"
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"Nuestra vocación es estar enamorados del mundo"
Arturo Estrada, SJ
Se lo dijo a sus padres de madrugada, cuando tenía 20 años: "Quiero ser jesuita". Desde entonces, la vida de Arturo Estrada Acosta, SJ ha estado rodeada de profundas experiencias humanas con haitianos en Brasil, migrantes en Tijuana e indígenas en Chiapas, Veracruz o Puebla, así como sus proyectos sociales y estudios de Filosofía en el ITESO de Guadalajara.
Por Enrique González
Siendo niño y adolescente ayudó en la pastelería, luego en la juguería y también fue mesero del restaurante que sus padres montaron en su casa de Puebla.
En cada proyecto que la familia emprendía, Arturo echaba la mano y ayudaba en lo que hiciera falta, una costumbre que luego pondría en práctica en una maquila en Tijuana, con los totonacas y nahuas veracruzanos, con los tzeltales que producen café en Chiapas, con los haitianos desplazados a Belo Horizonte por el terremoto que arrasó su país o con los habitantes del Cerro del Cuatro, en Tlaquepaque.
Arturo Estrada Acosta se ordenará sacerdote jesuita el 18 de julio en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ junto a otros tres hermanos, sumándose así a la orden católica masculina más numerosa del mundo, con más de 17 mil miembros contabilizados en 2013.
Hijo único, nació el 29 de abril de 1982 en Puebla, ciudad a la que sus padres habían emigrado desde Veracruz en busca de mejores oportunidades. De hecho, se suponía que el destino final era la Ciudad de México, pero al pasar por la capital poblana unos familiares los invitaron a vender quesos. No les fue mal, así que rentaron una casa, se establecieron… Y llegó Arturo.
"Cuando me preguntan por mi vocación yo digo: ‘Pues no tuvo mucho chiste', porque fui a un colegio jesuita [se ríe]. Bueno, sí tuvo chiste, pero en un principio ese no era el plan; nunca pensé en ser padre. Las experiencias que me ofrecía el Instituto Oriente de Puebla eran de contacto con la pobreza y con realidades diferentes a las que vivía en casa de mis papás o con mis amigos. Vi a los jesuitas y dije: ‘Yo quiero ser así'".
Su madre abogó para que fuera a un colegio religioso y el Oriente la convencía por varias razones, así que la familia hizo el esfuerzo para pagarle ahí su educación básica.
"No sabía en lo que se estaba metiendo", dice Arturo, soltando una carcajada.
—¿Por qué dices que no sabía en lo que se estaba metiendo? ¿Hubo resistencia por parte de tus padres?
"Hay dos discursos. El primero de extrañamiento: la verdad es que no me creían que quisiera ser jesuita. Ahorita ya me creen [vuelve a reír].
—¿Cuándo y cómo se enteraron?
Una vez llegué a la casa en la noche, como a la una de la mañana, y se los dije. Tenía 20 años. Creo que mi papá no me creyó. Estábamos discutiendo, porque yo había llegado tarde a la casa. Y entonces les dije que había estado platicando con Ceci, que era mi novia, porque lo que yo quería era entrar a la Compañía de Jesús.
Se quedaron callados. Recuerdo que a mi mamá se le salieron las lágrimas, pero bueno, mi mamá siempre llora [ríe]. Y me dijo: "Mira, si tú vas a ser feliz y crees que esto te llena, dale". Lo creyeron hasta cuando ya estaba estudiando aquí en el ITESO la Licenciatura en Filosofía y Ciencias Sociales (2005-2009).
El camino había comenzado un poco antes. Al terminar la preparatoria, Arturo se fue a un voluntariado en León y luego a otro en San Miguel de Allende.
"Quería hacer algo, pero descubría que era medio inútil, en el sentido de que conocía poco, de que siempre había estado como en una burbujita, y fue cuando dije: ‘Quiero hacer algo por México'", recuerda.
"Esa era la intuición, y entonces un jesuita me invitó a unos ejercicios de candidatos y me fui al voluntariado en León, dando talleres a niños en escuelas muy jodidas de la periferia y con un índice de violencia muy alto, además de un problema grave de explotación con muchos niños trabajando curtiendo pieles. Y luego fui a una casa hogar de niños en San Miguel de Allende, que es súper bonito, donde trabajamos con unas monjas dominicas muy entregadas. Ahí fue la primera chispa, ahí fue cuando dije: ‘Como que esto me gusta para toda la vida'. Tenía 18 años".
Había una chispa, pero la vida se iba moviendo hacia otro lado. Arturo consiguió una beca en la Universidad de las Américas de Puebla (UDLA), empezó a estudiar Ingeniería Electrónica, conoció a Cecilia, salía con sus amigos y pensaba efectivamente en ayudar a México, tal vez poniendo una empresa, aunque también estudiaba alemán y le hacía ilusión entrar a trabajar a la planta de Volkswagen.
"Ese era el plan entonces. Pero ahí, en la UDLA, ocurrió el primer punto de quiebre de mi vida: otro jesuita [Mario Cisneros] me invita a Misiones y fui a la Sierra norte de Puebla, donde tuve contacto con indígenas totonacas. Sentí algo que me hizo decir: ‘¿Qué chingados estoy haciendo? Está bonita mi vida pero, ¿qué hago aquí si no me llena?"
Las preguntas no cesaron.
"Al principio me dio mucho miedo. ¿Y si me equivoco? Me acuerdo muy bien que me vi en el espejo y dije: ‘Tengo 20 años, ¿qué pierdo? Nada. Si me equivoco, es un año [de prenoviciado], y si no es, pues no es'. Lo que me pesaba —y lo que les pesó a mis papás—, era perder la beca que tenía en la udla, porque me había costado conseguirla".
Empieza el periplo para convertirse en un SJ
La chispa empezó a hacer fuego.
El camino para ser jesuita pasa por distintas fases, todas y cada una pensadas para que paulatinamente la persona y la Compañía de Jesús se conozcan, se escuchen, se sientan, se entiendan y se acepten.
Viene el prenoviciado, el noviciado en Ciudad Guzmán, los estudios de filosofía y teología, el magisterio, la petición de votos por parte del aspirante ("Sí, quiero entrar"), la ordenación y la aceptación final de dichos votos por parte de la orden o tercera probación.
"Eso es lo que se me hace muy bonito de la Compañía de Jesús: desde el principio trabajamos y estudiamos, trabajamos y estudiamos. Una de las mociones espirituales que más me llenaba era decir: ‘La mejor versión de Arturo es Arturo, SJ", apunta.
"Al final del Noviciado lo decidí, y no fue una respuesta etérea: ‘Lo quiero hacer, voy a trabajar con estos de carne y hueso que son mis hermanos y lo voy a hacer para ayudar a otros a remediar este mundo chambón y jodido, como dice Eduardo Galeano'. Y con estas intuiciones pides los votos; somos la única orden religiosa que hace los votos perpetuos después del Noviciado, es decir, tú le dices sí a la Compañía para toda la vida".
Los jesuitas, además de los tres votos de los religiosos —pobreza, castidad y obediencia— tienen un cuarto voto, que es de obediencia al Pontífice para la Misión, el cual San Ignacio decidió añadir para señalar una expresa disponibilidad de la Compañía para las misiones especiales que el Papa decida encomendarle.
La maleta de Arturo iba y venía. Sus pasos lo llevaron a vivir las experiencias "de probación" inspiradas en las vivencias de San Ignacio, por ejemplo la "experiencia de hospitales", que los lleva a acompañar enfermos durante mes y medio en algún hospital, para estar cercanos al dolor; está también la "experiencia de peregrinación" en la que, junto a un amigo, se fue a Tijuana para vivir como migrante. Llegó con unos cuantos pesos, pidió trabajo en una maquila y alquiló un cuartito. "Vives sin decir que eres novicio jesuita, y es una experiencia que te pone al límite físico, emocional y espiritual, ser explotado con los explotados".
Finalmente, la "experiencia de los Ejercicios Espirituales", un mes dedicado enteramente al silencio y a la oración.
"El jesuita ha de ser un 4x4, un todoterreno". La experiencia brasileña
"¡Nos vamos al Mundial!", puso Arturo en su Facebook. Era 2011 y tocaba irse para estudiar en la Facultad Jesuita de Filosofía y Teología de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, unos años que resultaron extraordinariamente formativos. Su afición por el futbol redondeaba las buenas noticias, aunque en ese momento ni se imaginaba las multitudinarias protestas sociales que presenciaría o que iba a ser partícipe en la creación de un extraordinario proyecto de apoyo a refugiados haitianos: el Centro Zanmi ("amigo" en lengua creole).
"Fue una experiencia afianzadora, un parteaguas, sobre todo por los Ejercicios Espirituales que hice en el Amazonas", relata Arturo.
El devastador terremoto que prácticamente arrasó con Haití en 2010 expulsó a miles de personas que, en precarias condiciones, se desperdigaron por todo el continente americano. Arturo y sus hermanos jesuitas pronto tuvieron contacto con los de Belo Horizonte; uno de ellos hablaba creole y, escuchando sus necesidades, el proyecto empezó a germinar.
Empezaron por enseñarles un poco de portugués para que pudieran adaptarse a su entorno; luego llegaron unas monjas a apoyar, poco después unos cuantos voluntarios y, al año y medio, los apoyaban en cuestiones legales, ante la Policía Federal, les conseguían trabajo y los orientaban para obtener beneficios sociales como salud o vivienda. Arturo incluso fue entrevistado por un canal de televisión local para dar a conocer el trabajo del Centro.
Lo último que querían era caer en el asistencialismo, así que apostaron por convertirse en un puente entre los haitianos, la sociedad y las instituciones brasileñas. Hoy, el Centro Zanmi del Servicio Jesuita a Migrantes y Refugiados, inaugurado formalmente en 2013 y que ahora recibe por igual a migrantes haitianos, africanos o latinoamericanos, cuenta con el apoyo del gobierno brasileño, la Provincia jesuita de aquel país, distintas organizaciones ciudadanas y hasta del gobierno estadounidense, cuya primera aportación fue de 600 reales (unos 3 mil pesos) y la más reciente ascendió a 250 mil reales (un millón 200 mil pesos).
"El centro representa el esfuerzo por trabajar a nivel universal, con miras a la misión común y en colaboración con laicos, laicas y religiosas", afirma el jesuita chileno Juan Diego Galaz, a quien Arturo describe como uno de los principales catalizadores del proyecto.
Brasil quedaba atrás, sumándose a las experiencias cara a cara con la gente que Arturo ya traía desde sus estudios de Filosofía en el ITESO. En Guadalajara, ciudad a la que siente como su hogar, se integró al proyecto de desarrollo comunitario que los jesuitas tuvieron en el Cerro del Cuatro, una de las zonas periféricas de la ciudad. El proyecto era coordinado desde una pequeña casa que era conocida como "La Lady" por su color morado.
Ahí convivió una vez más muy de cerca con las realidades de los menos favorecidos, guiado por formadores a quienes les admiraba profundamente su compromiso con el trabajo a pie de calle con la gente, como los jesuitas Gonzalo Rojas o Leonel de los Santos.
"Una de las tareas más importantes de nosotros como jesuitas es escuchar y encaminar, ayudar a las personas a que tengan eso que nosotros tenemos: tiempos de soledad, tiempos para rezar, tiempos para estar en contacto con nosotros mismos para ayudar a otros. Y no es una cuestión individualista; muchas veces me dicen: ‘Reza por mí tú que estás más cerca de Dios', ¡y pues no!, todos estamos a la misma distancia".
¿Por qué? ¿Por qué quieres ser padre?
La vida de Arturo ha cambiado. La gente, al saber que ya es diácono y jesuita, se acerca y le pide palabras, reflexiones, consejos espirituales. Él ya sabe que su primer encargo oficial después de su ordenación en el ITESO lo llevará a la Misión de Bachajón, en Chiapas, donde hará dos cosas:
Primero: retzeltalizarse. "Quitarme los zapatos y volver a sentir la tierra, oír el tzeltal, hablar el tzeltal". Segundo: trabajar con las cooperativas que elaboran el café Capeltic y empezar a forjar su proyecto en la Compañía desde la construcción de un diálogo intercultural que enlace los conocimientos y experiencias de los indígenas con el mercado, las finanzas, la administración y los modos occidentales.
"En la teología le damos muchas vueltas a la Gracia. La Gracia no es algo que te viene de arriba para abajo, sino que es algo que tú encuentras. Para mí es una Gracia vivir con los tzeltales, porque encuentras su corazón y encuentras tu corazón en ese proceso".
Y detrás de estos ideales, subyacen permanentemente un par de cuestionamientos: "¿Cómo podemos lograr que en el centro esté la persona y no el capital? ¿Cómo adquirir y desarrollar las herramientas necesarias para que los emprendimientos económicos regionales sean sustentables?"
Algunas respuestas pretende encontrarlas en la Maestría en Gestión de Empresas de Economía Social que empezará a estudiar este año en la Ibero de Puebla, y otras directamente con los chiapanecos que tan bien conoce y con quienes ya trabajó en la cooperativa Ts'umbal Xitalha', donde se produce el café Capeltic.
En este punto, Arturo recuerda las palabras del papa Francisco: "El jesuita es un 4X4, un todoterreno. Como podemos estar en una obra social, en una obra de economía solidaria, como podemos estar en una parroquia confesando".
Mientras tanto, continúa con sus reflexiones interiores, esas que le permiten responderle a la gente que, incrédula, no entiende que haya decidido ser jesuita y optara por caminos tales como el celibato sacerdotal.
"A algunos se les hacía ilógico. ¿Por qué eres padrecito si tienes todo para hacerla afuera? ¿Por qué eres jesuita? Y dije: ‘No lo sé, es una intuición nada más, una intuición de amor'".
"[En cuanto al celibato], mi respuesta ha ido cambiando, madurando. Para mí no ha sido un sacrificio. Claro que ha habido momentos de arrepentimiento, pero no lo he vivido como un sacrificio, porque el sacrificio implica dejar de ser tú, implica que domina el dolor", comparte Arturo. "La vida está hecha de dolor y de alegría, y en mí no ha dominado el dolor. Mi pregunta siempre ha sido: ¿dónde quiero amar más? En este proyecto me siento pleno".
Arturo tiene algunos parámetros para saber si está haciendo lo correcto con su vida: poder reírse de sí mismo e imaginar cómo será su vida en algunos años. Reconoce que en ocasiones desea el modo de vida de algunos de sus amigos, pero el deseo se esfuma en unas horas.
"Pero esto otro, estar con los jesuitas, es algo que me dura; es cuando me desvelo, cuando platico más, cuando me surge más la inventiva. Voy por el camino adecuado. Yo creo que en 20 años no me reclamaré por haber dado mi juventud por los demás".
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