Jesuitas mexicanos fueron ordenados sacerdotes
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Jesuitas mexicanos fueron ordenados sacerdotes
La formación de jesuitas conlleva una profunda y permanente vinculación con la realidad social, siempre ligada a la necesidad de reflexionarla desde la teología y la filosofía. El 18 de julio, cuatro jesuitas mexicanos serán ordenados en el ITESO.
Enrique González
Más que del "saber", se trata del "sabor".
Saborear con el condimento de la teología y la filosofía todas aquellas experiencias que viven los educandos, es un aspecto central en la formación de un jesuita, esa que se desarrolla desde espacios clave como el Noviciado en Ciudad Guzmán y puede continuar en el Líbano, en una aldea en el Congo que sufre los estragos de una guerra, en la Sierra Tarahumara, dando clases en un colegio, impartiendo misa en una parroquia, o trabajando en un centro de apoyo a migrantes en Brasil.
"Nosotros nos abrimos a las experiencias de esperanza, dolor y alegría de la gente y tratamos de leerlas con los ojos de la espiritualidad y de la instrucción que hemos recibido a través de la filosofía. De esta manera te empiezas a hacer preguntas más específicas y más teológicas sobre la experiencia de la gente, para poder servirla", explica el jesuita Pedro Reyes, asistente de Formación de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, encabezada por Francisco Magaña, SJ.
Pedro Reyes, SJ, asistente de Formación de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
El 18 de julio, cuatro jesuitas egresados de la licenciatura de Filosofía y Ciencias Sociales del ITESO serán ordenados en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ, un acto solemne que sirve como el pretexto ideal para echar una mirada a los procesos, valores y recursos que emplea la Compañía de Jesús —orden religiosa fundada en 1534 por San Ignacio de Loyola— para formar a sus miembros, unos 300 en México y alrededor de 17 mil alrededor del mundo.
Ellos son: José Vázquez Álvarez, Arturo Estrada Acosta, Homero Apodaca López y Álvaro Dorantes Espinosa (ver perfiles al final de este texto).
Todo inicia en el prenoviciado, un espacio de bienvenida para quienes sienten simpatía por la Compañía y son invitados a trabajar en una misión y vivir en una comunidad de jesuitas durante un año como si ya fueran uno de ellos.
Si la vocación se fortalece y el trabajo con los compañeros rinde frutos, el aspirante pide su ingreso al Noviciado, donde pasará un par de años fortaleciendo su decisión, viviendo los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, acudiendo a seminarios y grupos de discernimiento, viviendo experiencias directas en hospitales o haciéndose pasar como migrante en Tijuana para trabajar en una maquiladora.
"No tenemos, como en otras órdenes religiosas, los votos de localidad; no nos quedamos en el monasterio", apunta Reyes.
"La Compañía se define como internacional, y toda la formación está orientada a que no pienses en tu provincia y sus necesidades, sino que abras los ojos a una Compañía universal que está tratando de atender necesidades distintas en el mundo; es necesario abrirnos a distintos contextos culturales, económicos y políticos, mirar diferentes formas de pensamiento".
Caminar allá por donde pocos caminan: las "fronteras"
"Hombres de frontera". Así se definen los jesuitas, un mantra que han manifestado por igual Adolfo Nicolás, superior general de la orden, o el papa Francisco, quien de ella surgió. Las fronteras son aquellos lugares que muy pocos tienen en sus agendas, en los que la marginación, la pobreza, la violencia y la escasez o inexistencia de instituciones suelen combinarse de manera sistémica.
"¿Cómo atender a un país en donde se da esta situación de violencia, donde hay lugares en los que no existe un estado de derecho, donde tienes asesinatos de periodistas y mujeres y eso que no tenemos una guerra declarada? No puedes quedarte mirando.
"Para poderte acercar realmente a ellas tienes que tocar dos tipos de fronteras: ponerte en situaciones donde conozcas el dolor, la esperanza, el sufrimiento y la alegría de la gente", dice Reyes. "Pero esa no es la frontera fundamental. La otra frontera la traes adentro. Tienes que aprender a sentir tus propios límites y tus propias oscuridades, los momentos en que sientes tu fragilidad, tu debilidad, esos que te permiten sentir la fuerza de tu esperanza, la necesidad de la oración, de la fe, sentir que de veras necesitas confiarte profundamente al Dios que conoces como misericordioso. Esa es precisamente la que la Compañía cuida e intenta impulsar".
Pero, ¿adónde hay que ir para que esto suceda? Reyes comparte que al interior de la Compañía se formulan constantemente preguntas urgentes y acuciantes: ¿Qué cosas queremos atender? ¿A qué necesidades debemos responder? ¿Cuáles son más urgentes, en qué tipo de lugares, con qué tipo de personas? ¿Dónde se puede lograr el mayor bien?
México no es la excepción. "¿Cómo atender a un país en donde se da esta situación de violencia —y no del narco para acá, sino de mucho tiempo atrás—, donde hay lugares en los que no existe un estado de derecho, donde tienes asesinatos de periodistas y mujeres al grado que los tenemos, y eso que no tenemos una guerra declarada? No puedes quedarte mirando".
Durante su formación, los jesuitas siempre estudian y trabajan de manera simultánea. Una vez concluido el Noviciado en Ciudad Guzmán (actualmente tiene 14 jóvenes en formación), llegan los cuatro años de la Licenciatura en Filosofía y Ciencias Sociales del ITESO, posteriormente dos de magisterio (etapa de trabajo en una misión jesuita para aplicar los conocimientos adquiridos y desarrollar aptitudes de servicio) y luego se adentrarán en los estudios de teología, en sedes como la Ibero de la Ciudad de México o la facultad que la orden tiene en Belo Horizonte, Brasil.
"¿Por qué vamos hacia los pobres? Porque creemos en lo que Ignacio dijo: tocar esa frontera propia, interna y personal, es algo que los pobres te enseñan a hacer, porque ellos la están tocando cotidianamente. La convivencia con los pobres y el contacto directo con sus esfuerzos y esperanzas te generan preguntas interesantes para reflexionar académicamente", afirma Reyes.
"La gran frontera que los jesuitas tienen que tocar es, como diría Ignacio, mirando la anchura y la profundidad del mundo y mirando el mal con toda la fuerza que tiene, saber sentir ahí la misericordia y cómo el amor de Dios sostiene a las personas".
La fuerza de la cotidianidad
Plantarse en un territorio en guerra, en una habitación con enfermos terminales o defender los derechos humanos de migrantes acosados por el crimen organizado, requiere una formación pensada desde el primer día, insiste Reyes, una formación que permita que los futuros jesuitas vean como algo "cotidiano" el hecho de estar inmersos en estos escenarios.
"Ahí, unido a tantas personas que desde su propia fragilidad luchan por vivir y por hacer vivir a otros, ahí es donde realmente se genera esa formación de disponibilidad, de confianza, de entrega, que es lo que intentamos hacer todos los días en la Compañía. Se trata de que la persona se vaya modelando de tal manera que estas experiencias pasen de ser excepcionales a vivirlas con cotidianidad", dice Reyes.
"La gran frontera que los jesuitas tienen que tocar es, como diría Ignacio, mirando la anchura y la profundidad del mundo y mirando el mal con toda la fuerza que tiene".
Una vez profesados sus votos de pobreza, castidad y obediencia, los jesuitas ya ordenados recibirán su primera misión oficial y, al paso de unos cinco años, la Compañía decidirá darles la tercera probación, lo que San Ignacio llamaba "la escuela del afecto".
"Se trata de volver a pasar por el corazón todo lo vivido y volver a centrar dónde están los puntos fundamentales de tu vocación".
Es entonces cuando el jesuita recibe los votos solemnes o tercera probación y se convierte en un miembro de "pleno derecho" de la Compañía de Jesús.
Una vez pasada la ordenación sacerdotal del sábado 18 de julio, los nuevos jesuitas mexicanos oficiarán su primera misa: Homero, en la Capilla del Instituto de Ciencias; Álvaro, en la Ciudad de los Niños del Padre Cuéllar; Arturo, en la Capilla de San Ambrosio, en el Cerro del Cuatro, y José, en la Parroquia del Espíritu Santo de Cajetes.
PERFILES:
Arturo Estrada Acosta, SJ
"Nuestra vocación es estar enamorados del mundo"
Homero Apodaca López, SJ
"¿Cómo puedo ofrecerle a esta gente lo mejor que tengo para que tengan una vida distinta?"
José Vázquez Álvarez, SJ
"Podemos dar más vida desde nuestra mayor fragilidad"
Álvaro Dorantes Espinosa, SJ
"La vida religiosa te va enamorando"
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Monseñor Arnulfo Romero estará "presente" en la ordenación
Durante la letanía de los santos, uno de los momentos más intensos de la ceremonia, cuando los ordenados encomiendan su vocación a treinta santos, los jesuitas evocarán a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador que fue asesinado de un tiro en 1980 en plena misa por defender a las víctimas de la represión gubernamental, beatificado el pasado 23 de mayo.
Un día antes de su asesinato, en plena guerra civil salvadoreña, Romero pronunció en una homilía las siguientes palabras:
"Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios… Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que la orden del pecado… En nombre de Dios y de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben al cielo cada día más tumultuosos, les pido, les ruego, les ordeno: ‘¡Cesen la represión!'"
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